¿Para qué la filosofía para niños?



Como comentamos en una entrada anterior, Mathew Lipman fue el precursor de la Folosofía para niños. Su trabajo, inspirado por el filósofo norteamericano John Dewey, resulta ser lo que hoy está tan de moda y llamamos innovación educativa.  

La propuesta de Lipman es innovadora porque pone la atención en los niños y en sus procesos de pensamiento, en el aprender, en el descubrir, en el construir. El objetivo final es apoyar la conciencia crítica y el pensamiento racional desde las edades más tempranas. Los niños son seres activos capaces de formular preguntas y planteamientos filósoficos y esa capacidad no sólo debe respetarse, sino también fomentarse. Porque para Lipman sólo la libertad de pensamiento asegura una sociedad de ciudadanos libres. Porque a través del intercambio y debate de ideas desde el respeto podemos construir y consensuar la sociedad que queremos.

El aula se convierte en "comunidad" que investiga, escucha, conceptualiza y argumenta. No se trata de la mera expresión del "cómo me siento", sino del intercambio de pareceres, ideas, sentimientos y sensibilidades que nos vayan acercando a consensos desde la investigación y el análisis riguroso. Nunca se juzga a los niños por lo que piensan, pero se analiza con rigor lo que piensan.

El aula constituida como una «comunidad de indagación» recupera, por un lado, el ambiente igualitario, propio de cualquier «comunidad», en el que la escucha, la empatía y la valoración son ejercicios habituales. Por otro lado, se recupera la sensibilidad y el interés por el conocimiento propios de cualquier investigación, en el que la generación de conceptos y la argumentación, son prácticas necesarias.






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